-—¡Hola! ¡Este es Jesús! Él es mi mejor amigo. Él es Dios y la luz del mundo. ¿Puedes saludar a Jesús?Continue reading
—¡Hola Jesús!
-—¡Hola! ¡Este es Jesús! Él es mi mejor amigo. Él es Dios y la luz del mundo. ¿Puedes saludar a Jesús?Continue reading
—¡Hola Jesús!
—¡Yo no fui! –dijo Pepe en voz alta mientras los policías se dirigían hacia donde él estaba sentado en el aula–. ¡Sea lo que sea, yo no lo he hecho! –su rostro palideció al darse cuenta de que hablaban en serio. Se preguntó si aquello era una pesadilla y, si lo era, ¡sólo quería despertar de ella!
—No me dan otra opción que llamar a sus padres ahora mismo, niños –dijo con firmeza, a Pepe y a Gilbert, el guarda de un concurrido centro comercial–. Es la tercera vez que les pido que no anden en patineta frente a este edificio. Es peligroso. Este no es el lugar adecuado para ello.
—Mamá, papá… voy a dar un paseo por la playa. Prometo no irme muy lejos –Pepe estaba entusiasmado. La brisa y el aire cálido y salado vigorizaban su cuerpo, y quería absorber intensamente toda la belleza a su alrededor. Continue reading
—¡Ay! –Pepe gritó de dolor cuando unos libros pesados que cargaba en las manos cayeron en su pie–. ¡Ay! ¡Ay! –continuó.
—¡Shh! –la bibliotecaria le pidió silencio.
—… y Papi Dios, gracias por todo. ¡Amén! –Pepe oró rápidamente antes de empezar su día libre. Tenía muchas cosas en mente que quería hacer.
Cuando se levantó para salir, Pepe sintió una presencia amorosa en su habitación y oyó la voz de Dios que le rogaba: —Quedate conmigo un poco más, por favor…
—¡Lo intenté y no pude! –Pepe suspiró frustrado al acostarse en el sofá, y luego empezó a recordar los eventos del día…
Clin, clin, clin… las monedas tintineaban en la alcancía de Pepe mientras caminaba, por su barrio, llevándola cuidadosamente en sus manos.
—¿Dónde podré enterrar este dinero? No quiero compartirlo con nadie –pensó Pepe–. Una vez que vacíe estas monedas en el hueco que voy a hacer y lo cubra, como el tesoro de un pirata, tendré más espacio en mi alcancía para acumular aún más dinero, ¡y todo para mí… ja-ja!
—¡Qué bonitas son las ovejas! –dijo Pepe en voz alta mientras miraba el rebaño en el campo. Pepe y sus padres se dirigían de visita a la granja de unos parientes. Apenas llegaron, Pepe se bajó del automóvil y corrió para poder ver de cerca todos los animales. Continue reading
—¡Ahhh! Ahhhhh! –gritó Pepe mientras corría escapando de las hienas hambrientas–. ¡Socorro! ¡Auxilio! –las piernas le dolían de tanto correr por el terreno difícil de la sabana. El calor lo oprimía y lo aplastaba en la derrota. De repente cayó al suelo, y estaba tan agotado que no se pudo levantar.