—… y Papi Dios, gracias por todo. ¡Amén! –Pepe oró rápidamente antes de empezar su día libre. Tenía muchas cosas en mente que quería hacer.
Cuando se levantó para salir, Pepe sintió una presencia amorosa en su habitación y oyó la voz de Dios que le rogaba: —Quedate conmigo un poco más, por favor…
Esa misma tarde, Bernice vio a Pepe sentado en las escaleras frente a su casa y notó que estaba muy pensativo. Ella se desconcertó, ya que Pepe solía estar lleno de energía e ideas aventureras los fines de semana. Entonces, se sentó a su lado y le preguntó: —Pepe, ¿estás bien?
—Ay ¡hola, Bernice! –Pepe se vio sorprendido–. Sí, la verdad es que estoy muy bien –su voz estaba llena de alegría y vitalidad.
—¡Fantástico! –dijo ella–. Pero… no sé… no sos el mismo de siempre.
—¿Estoy diferente hoy? ¡Qué bien! –Pepe sonrió.
—¿Qué te ocurre? –Bernice tenía curiosidad.
—Dios me pidió hoy que pasara más tiempo con Él, ¡dijo que me extrañaba! –la cara de Pepe estaba radiante.
—¡Increíble! –Bernice estaba asombrada–. ¡Contame más!
—Mi corazón se derritió cuando le oí pedirme que me quedara un poco más con Él –confesó Pepe–. Sabés, Dios realmente quiere que nos encontremos con Él más a menudo, y también quiere revelarnos su Corazón… ¡más de lo que podemos imaginar!
—Ya veo… –Bernice era ahora la pensativa–. Entonces, ¿te quedaste más tiempo con Él hoy?
—¡Por supuesto! –exclamó Pepe–. ¿Sabés qué más es increíble?
—¿Qué? –Bernice le puso mucha atención.
—Sentí que el tiempo con Él voló rápidamente esta mañana, aunque pasé más tiempo de lo usual en oración… ¡fue genial! –Pepe estaba muy emocionado porque, más que nada, sentía un fuerte deseo de conocer el Corazón de Dios.
—¡Yo también quiero conocer el Corazón de Dios! –dijo Bernice–. Pero, ¿cómo lo hago?
—Bueno, basándome en mi experiencia de hoy, primero tenés que encontrar un lugar donde estés a solas con Él… como tu habitación o algo así –le dijo Pepe.
—Jesús siempre iba a orar a solas con el Padre cuando estaba aquí en la tierra –señaló Bernice–. Siempre buscaba un lugar privado para estar con Dios Padre… leí eso en los Evangelios. Entonces, ¿qué tal si oro bajo el gran árbol que hay en mi patio?
—¡Por supuesto! Siempre que sea un lugar para estar a solas con Él –le dijo Pepe.
—Entonces, ¿qué hago? No sabría por dónde empezar –Bernice se puso nerviosa.
—¡Ja, ja, no te preocupés! –se rió Pepe–. El Espíritu Santo te guiará y te ayudará, sólo tenés que pedírselo. Aquí hay algunas cosas que podés hacer, por ejemplo: hablar con Papi Dios sobre lo que hay en tu corazón, leer la Biblia y luego reflexionar sobre lo que acabás de leer, adorarlo escuchando música que lo alabe, cantarle, bailar con Él, o simplemente podés estar quieta y esperar a que Él te diga o te muestre algo. Por cierto, escuchar a Dios es muy difícil para mí porque mi mente siempre está ocupada con cosas que quiero decirle, o hacer para Él, o algo más.
—Sí… siempre es difícil escuchar –afirmó Bernice.
—¡Es maravilloso cómo podemos tener acceso al Padre a través de Jesús por el poder del Espíritu Santo! ¿Verdad? –exclamó Pepe.
—¡Sí! —aplaudió Bernice llena de emoción.
Ambos niños se quedaron en silencio durante un rato, pensando en todo lo que habían hablado. Luego Pepe dijo: —¿Sabés qué más es interesante?
—¿Qué? –Bernice se volvió hacia él.
—Me he dado cuenta de que cuanto más tiempo pasemos con Dios y nos acerquemos a Él, ¡más cambiaremos para bien!… y así, ¡las cosas también cambiarán a nuestro alrededor! ¿Lo podés ver? Nos convertiremos en una persona que trae un buen cambio —una gran sonrisa apareció en el rostro de Pepe.
—¡Sí! –Bernice estuvo de acuerdo–. Creo que lo más importante para Dios es que le prestemos atención, eso también lo leí en alguna parte de la Biblia. Pasar tiempo con Dios, conocerlo, obedecerlo… todo eso es más importante que hacer cosas para Él. Pensalo, ¿de qué sirve hacer cosas para Él si no lo tenemos en nuestro corazón, o si no conocemos su corazón, o si no nos sometemos a Él?
—Ay, Bernice… ¡eso está buenísimo! –Pepe estaba asombrado–. ¡Creo que el Espíritu Santo acaba de hablar a través de vos!
—¡Ja, ja, creo que tenés razón! –Bernice también se sorprendió–. Dios nos ama y nos echa de menos, y quiere mostrarse a nosotros, ¡qué adorable que es! ¡Qué tierno! –suspiró.
Los niños sonrieron alegremente, y de repente, oyeron la voz de Jesús: —Cuanto más tiempo pasen con nosotros, más sabrán lo que tienen que hacer en sus vidas. Todo lo que hagan les saldrá bien porque estaremos muy cerca de ustedes, guiando sus pasos; y ustedes estarán muy cerca de nosotros, los Mosqueteros, escuchando nuestra sabiduría.
Mientras los niños reflexionaban sobre las palabras de Jesús, un hermoso y delicado aroma de flores los rodeó. Inmediatamente supieron que era el aroma de Jesús que les anunciaba su presencia física, aunque no pudieran verlo.
Pepe y Bernice respiraron el agradable y apacible aroma de flores, y un gozo, que iba más allá de su comprensión, llenó sus corazones.
Citas bíblicas relacionadas con el cuento: Marcos 1: 35 Mateo 6: 6-8 Salmo 1: 1-3