¡Oh! Nunca había puesto atención… ¡el edificio de nuestra iglesia es muy lindo! –Pepe acababa de llegar a la iglesia con su mamá y su papá, y decidió quedarse afuera unos minutos más disfrutando de una deliciosa brisa tibia que soplaba.
Mientras admiraba el edificio, empezó a hablar consigo mismo: —Apuesto a que Dios está muy contento de que tanta gente venga a la iglesia. Me pregunto qué pensará de los uniformes…
—¿Los uniformes? –los Tres Mosqueteros preguntaron con una sonrisa mientras se hacían visibles, aunque sabían muy bien a qué se refería Pepe.
—Bueno, ya saben –empezó a decir Pepe–. El sacerdote en la iglesia de Margarita usa un batón, nuestro pastor usa únicamente un collar de sacerdote en su cuello, y el predicador en la de Jason usa todo un traje con saco y corbata.
—Ay, Pepe –el Padre sonrió con amor–, lo que realmente importa, más de cómo los líderes de la iglesia se vistan o lo bien que hablen o las causas que apoyen, es que ellos sigan mi Palabra. Sabés que escribimos un libro que te dice, entre otras cosas, cómo hay que actuar. Este libro es como una brújula, te da la dirección que queremos que sigás.
—La Biblia, ¿verdad? –interrumpió Pepe.
—Sí, la Biblia –respondió Jesús–. Muchos ven a la iglesia como un centro social y no prestan atención a nuestro libro. Algunos inclusive han cambiado sus contenidos, o simplemente ven a la Biblia como algo obsoleto o un cuento inventado –dijo Jesús con tristeza en sus ojos. Luego le recordó a Pepe: —“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasarán.” [Mateo 24:35]
—Entonces –añadió el Padre–, no se trata de cuánta gente venga a la iglesia o de la vestimenta que usen los líderes religiosos, se trata de que nuestro Espíritu esté en los corazones de las personas. Sólo estamos presentes en iglesias donde la gente sigue nuestra Palabra, y por lo tanto, donde vive el Espíritu.
—¡Me acuerdo perfectamente de una cita de la Biblia sobre el Espíritu de Dios! –dijo Pepe emocionado–. “…el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio…” [Gálatas 5:22-23]
—¡Excelente! –aclamó el Espíritu Santo–. Ahora, ¿por qué creés que es bueno que vengás a la iglesia?
—¿Me están haciendo un exámen? ¡No estoy listo! –se quejó Pepe.
—Nada más queremos oir lo que pensás –contestaron al mismo tiempo los Mosqueteros.
—Está bien –admitió Pepe–, puedo conocer a otros niños que los aman; puedo también hablarles o cantarles con ellos; puedo aprender la Palabra… –de repente Pepe se quedó sin palabras y no supo qué más decir.
—¡Fantástico! –el Padre aclamó–. Sabés, al pertenecerle a Cristo llegás a ser parte de nuestra familia, y por lo tanto estás rodeado por tus hermanos y hermanas.
—¡Oh! ¡Tengo una familia muy grande entonces! –Pepe se sintió feliz.
Luego Jesús añadió: —El asistir fielmente a la iglesia semana tras semana, es una forma de que nuestra palabra vaya penetrando en tu alma para que así crezcás espiritualmente. Acordate cómo necesitás la práctica permanente, en tu equipo de natación, para mejorar y ganar.
—¡Genial! ¡Nunca había pensado en eso! –Pepe exclamó, y a la vez se puso nervioso–. Mejor entro a la iglesia. ¡No quiero llegar tarde!
Cuando Pepe caminaba hacia la puerta, el Espíritu Santo le susurró en su corazón: —Acordate, tenés que estar consciente de que hay maestros falsos, los cuales son como lobos malos que enseñan el error y te pueden confundir y también a la comunidad de la iglesia… ¡auuuu! La Biblia será tu escudo contra ellos.
—¿Estás aullando como un lobo? ¡Sos muy cómico! –Pepe se sintió muy amado y protegido.
Citas bíblicas relacionadas con el cuento: Efesios 1:22-23 1 Pedro 5:1-4 Lucas 13:26-27