25. Pepe sufre persecución

—¡Yo no fui! –dijo Pepe en voz alta mientras los policías se dirigían hacia donde él estaba sentado en el aula–. ¡Sea lo que sea, yo no lo he hecho! –su rostro palideció al darse cuenta de que hablaban en serio. Se preguntó si aquello era una pesadilla y, si lo era, ¡sólo quería despertar de ella!

—¡Sí, lo hizo! –exclamó Dante con voz autoritaria mientras se colocaba detrás de los policías–. Yo lo vi. Robó todos los ramos de flores que encontraron en el contenedor de basura que está detrás de la oficina del director. Lo hizo mientras caminaba hacia la escuela esta mañana.

—¿Qué? –gritó Pepe sin saber lo que había sucedido.

—Sí –interrumpió Dante–. Pobre mujer –mostró una cara triste a todos–, trabaja muy duro en la calle vendiendo esas flores. He oído que tiene varios hijos pequeños y que así gana dinero para comprar comida y pagar el alquiler de su apartamento.

—¡Yo no lo hice! –gritó Pepe–. ¡Eso es una mentira!

—¡No, no lo es! Y por eso llamé a la policía en cuanto vi lo que había sucedido –el rostro de Dante mostraba una expresión de orgullo y soberbia.

Mientras los policías sacaban a Pepe del aula, su maestra intentó intervenir, pero no pudo hacer gran cosa. Pepe sintió como si el mundo entero le caía encima. ¡No podía creer lo que estaba ocurriendo!

Aunque los policías fueron amables y gentiles con Pepe, ellos lo llevaron a la oficina del director, el cual era un lugar que no le gustaba. Cuando todos los adultos abandonaron temporalmente la oficina, Pepe se sentó en la primera silla que le pareció un poco cómoda: —¡Quizá esta sea la última silla cómoda en la que me siente en toda mi vida! –dijo sintiendo lástima de sí mismo.

Cuando Pepe recobró el sentido, lágrimas de miedo y frustración empezaron caer por sus mejillas: —¿Y ahora qué, Dios? –sollozaba–. ¿Y ahora qué? –repitió Pepe–. ¡Vos sabés que yo no hice esta cosa terrible!

—¡Sí, lo sabemos! –Los Tres Mosqueteros se hicieron visibles frente a él. Entonces el Espíritu Santo añadió: —Los ojos del Señor están en todo lugar, vigilando a los buenos y a los malos. [Proverbios 15:3]

Jesús, lleno de compasión, se acercó un poco más a Pepe: —Por causa de mi nombre todo el mundo los odiará, pero el que se mantenga firme hasta el fin será salvo. [Mateo 10:22]

—¿Qué tiene que ver esta situación de ahora con el odio hacia mí por tu culpa? –sollozó Pepe mirando a Jesús a los ojos.

—Dante me odia, y aunque yo también lo amo y morí por él, él sabe que vos sos mi amigo –respondió Jesús a Pepe–. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como a los suyos. Pero ustedes no son del mundo, sino que yo los he escogido de entre el mundo. Por eso el mundo los aborrece. [Juan 15: 19]

—¡Tengo mucho miedo! –admitió Pepe–. Nadie en la escuela me cree… pero un momento –se detuvo un segundo a pensar–, algunos compañeros me vieron caminar directamente al aula desde la calle… incluso conversé con algunos de ellos. ¿Qué ha pasado? ¿Por qué no hablaron, o me defendieron, en clase?

—Algunas personas tienen miedo de identificarse como conocedores de mi Hijo Jesús, o de estar cerca de alguien que sea su amigo –dijo el Padre, volteándose con tristeza hacia su Hijo.

—Estas personas reciben el Evangelio al principio –intervino el Espíritu Santo–, pero como no tienen raíz, duran poco tiempo. Cuando surgen problemas o persecución a causa de la Palabra, enseguida se apartan de ella. [Marcos 4:17]

Jesús se volvió hacia Pepe: —Si alguien se declara a mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a favor de él delante de mi Padre que está en el cielo; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré delante de mi Padre que está en el cielo [Mateo 10: 32-33] –Jesús hizo una pausa y añadió con voz firme: —Yo soy el camino, la verdad y la vida. Solamente por mí se puede llegar al Padre. [Juan 14: 6]

—Lo sé…. –Pepe susurró muy pensativo, y luego miró a Jesús: —Sabés que te quiero mucho, ¿verdad?

—¡Claro que sí! –Jesús sonrió amorosamente a Pepe.

En ese momento, el Espíritu Santo llenó a Pepe de su fuerza, paz, audacia y valor.

—¡Increíble! ¡Ahora sí que me siento valiente! –exclamó Pepe.

De repente, la puerta se abrió y entró el director de la escuela con el Sr. Rojas, el conserje de la escuela, seguidos de los dos policías. Ellos no podían ver a los Mosqueteros en la habitación.

—Bueno, jovencito… –empezó a decir el director–, parece que tenés un testigo a tu favor aquí. El señor Rojas dice que estuvo trabajando cerca de la zona de basureros esta mañana temprano y que no te vio en absoluto allí, pero dice que en cambio vio a Dante… ¡Supongo que tendremos que tener una conversación seria con ese joven!

Pepe fue puesto en libertad y ese mismo día, antes de volver a casa, fue a buscar al Sr. Rojas. Después de darle las gracias por acudir en su rescate, Pepe le preguntó: —¿Por qué me ha ayudado?

—Era lo correcto –respondió el Sr. Rojas–. Eso es lo que Dios quiere que hagamos, lo justo y lo correcto según la verdad.

—¿No tiene miedo de que los demás sepan que usted es amigo de Jesús? Algunas personas pueden ser muy malas por eso –dijo Pepe.

—Ay Pepe, recordá lo que dijo Jesús –sonrío el Sr. Rojas­:  —Dichosos los perseguidos por hacer lo que es justo, porque de ellos es el reino de los cielos. Dichosos ustedes, cuando la gente los insulte y los maltrate, y cuando por causa mía los ataquen con toda clase de mentiras. Alégrense, estén contentos, porque van a recibir un gran premio en el cielo; pues así también persiguieron a los profetas que vivieron antes que ustedes. [Mateo 5: 10-12

De repente, tanto Pepe como el señor Rojas oyeron a Jesús en sus corazones a través del Espíritu Santo: —El que trate de salvar su vida, la perderá, pero el que pierda su vida por causa mía, la salvará. [Mateo 10: 39]

Citas bíblicas relacionadas con el cuento:
Juan 16 :33
Mateo 10 :28
Apocalipsis 2 :10

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